Guerra Química (I)
Bueno, saqué un 7 en este trabajo y ya que hablé sobre los efectos de las bomba nucleares pues... Es una entrada larga así que no pondré imágenes (porque no me apetece buscarlas directamente)
Guerra
Química
Se ha denominado guerra química al empleo
de gases, y guerra biológica o bacteriológica al uso de toxinas. Sin embargo
los límites entre una y otra son difusos. Así, el empleo de herbicidas por
ejemplo, es clasificado indistintamente en uno u otro campo.
La
guerra química como hoy se conoce empezó durante la Primera Guerra Mundial. El
uso de agentes químicos en las batallas era principalmente para “hacer salir”
al enemigo (uso del gas lacrimógeno por los franceses) y más adelante para
causar daños cutáneos, pulmonares e incapacitar a los oponentes. Esta técnica
se inició con incendios, recursos envenenados y humo. Por otra parte, es cierto
que fue una importante innovación militar aunque la capacidad letal del gas fuera
limitada y se desarrollaran contramedidas, pero causaba una alta proporción de
bajas.
Las
armas químicas son sustancias químicas, ya sean gases, líquidos o sólidos, que
pueden emplearse como armas de destrucción debido a sus efectos tóxicos
directos sobre el hombre, los animales y las plantas. A diferencia de otras
armas, las químicas requieren dosis pequeñas, actúan rápido y son relativamente
fáciles de manejar. Suelen ser dispensadas por proyectiles a través de la
artillería o los misiles.
Desde
1912 la gendarmería francesa utilizaba el éster bromoacético para combatir a
ciertas organizaciones de delincuentes, forzando a éstos a salir de sus
escondrijos mediante emanaciones de este gas. El éxito obtenido en esas
operaciones policíacas indujo a los militares y políticos a utilizarlos contra
las tropas alemanas, lo cual fue un error pues no se tuvo en cuenta que
Alemania poseía la primera potencia industrial química del mundo y que por esa
misma vía podía responder con dureza inigualable. Fue ella quien usó el gas a
gran escala como arma.
El
químico Fritz Haber se puso en 1914 a disposición del emperador de Alemania
junto con su instituto Kaiser Wilhelm de Berlín. El mismo año tomó la dirección
de una comisión para el estudio secreto de productos químicos de empleo
militar. Haber y sus colaboradores pusieron a punto una serie de sustancias
aptas para ser utilizadas con fines agresivos. Se pensó que cuando los frentes
quedaron inmovilizados, una buena solución sería el empleo de esos agresivos
químicos y aunque el empleo de sustancias tóxicas estaba prohibido por el
congreso de la Haya de 1899, no se tomó en consideración.
En
abril de 1915, los alemanes lanzaron una nube de cloro sobre los soldados
franceses quienes, al no estar protegidos, tuvieron que retirarse varios
kilómetros. Pocos días después los alemanes repitieron el ataque contra las
tropas canadienses con los mismos resultados. Las fuerzas aliadas pronto fueron
protegidas con máscaras que, aunque rudimentarias, evitaron un desastre que
parecía inminente. Realmente, el cloro era ineficiente como arma al producir
una nube verdosa y un fuerte olor, siendo fácilmente detectable, además de que
es soluble al agua.
Sucesivamente
fueron usados compuestos de cloro, que producían asfixia, especialmente el
fosgeno o cloruro de carbonilo. En 1917 apareció la temible iperita, vesicante
utilizado por primera vez en Ypres, gas corrosivo que produce quemaduras en la
piel y lesiones incurables en los órganos sensoriales, sobre todo en los ojos.
La muerte llega cuando el gas penetra hasta los órganos internos, a través de
la sangre. El gas mostaza se llamó de esta manera por tener un olor parecido al
de la mostaza. No es realmente un gas, sino un líquido irritante que hierve a
alta temperatura, el cual debido a su baja tensión superficial produce vapores,
los que, por su alta toxicidad, basta con que exista una muy baja concentración
en el aire para causar molestias a la gente o incluso causarles la muerte.
Una
vez repuestos los ejércitos aliados de la sorpresa que representó la guerra
química, se protegieron adecuadamente, y sus científicos comenzaron, a su vez,
a idear y preparar sus propias armas químicas. Las sustancias empleadas por
ambos bandos conforma una larga lista, entre la que se cuenta a los gases lacrimógenos
como el cloro y la bromoacetona; diversas
sustancias como cloro, sulfato de dimetilo, etil carbazol, fosgeno, etc., y
venenos de la sangre, como el ácido cianhídrico. En otras palabras, los
químicos pasaron a ser una táctica habitual.
Para
la Segunda Guerra Mundial se eliminaron la mayor parte de las sustancias
tóxicas utilizadas en la Primera Guerra Mundial y sólo quedaron unas cuantas
como el gas mostaza, el fosgeno, y el ácido cianhídrico para usos especiales.
La próxima sobre los agentes químicos.