Guerra Biológica (I)

Como no voy a estar esta semana dejaré preparadas dos entradas (si me preocupo por mi blog y todo...) así que acabaré con la guerra química y eso, aunque hoy toca la biológica. Esta vez será más corto y menos tortuoso. 

Guerra Biológica
     La guerra biológica o bacteriológica es una forma singular de combate en la cual se emplean armas que contienen virus o bacterias capaces de infligir daño masivo sobre fuerzas militares o civiles. No se limita a los herbicidas, el campo de las toxinas es asombrosamente prolífico. Múltiples enfermedades pueden ser provocadas artificialmente en el frente o en la retaguardia.
A través de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales se han hecho meritorios esfuerzos para proscribirla o limitarla.
Este tipo de guerra es menos común que la guerra química en la primera guerra mundial pero aun así se dieron casos. Por ejemplo se especula que los alemanes provocaron algunos casos de muermo, que es una enfermedad infecciosa que termina generalmente con la muerte, causada por el Bacillus mallei, en el frente oriental aunque no ha sido probado.
Se dan más casos en años posteriores pero el inicio de la guerra biológica “moderna” comenzó probablemente con ese hecho y otros especulados durante la Primera Guerra Mundial. Por ejemplo, un caso de guerra biológica seria el uso de herbicidas en la guerra de Vietnam para privar a los guerrilleros de su refugio natural, igual que hicieron los británicos contra la guerrilla de Malasia y posteriormente los estadounidenses en Corea. Pero en todos estos casos se manifiesta un efecto colateral peligroso, que es la destrucción del medio ambiente. Todo esto es algo menos conocido dada la importancia que se da a las toxinas por el daño que pueden causar en el ser humano. Se sabe de experiencias con bacilos de carbunco, enfermedad propia de animales y producida por Bacillus anthracis, que en el hombre provoca pústulas, afecta los ganglios linfáticos y puede producir la muerte;  toxina de botulismo, provocado por Clostridium botulinum, que produce fortísimos trastornos gastrointestinales; toxina de tularemia, debida a Pasteurella tularensis que provoca ulceración general; y la enfermedad de Weil causada por Leptospira icterohaemorrhagiae, que genera una aguda afección hepática y renal.
Es muy poco probable saber cuándo se detendrá la infección o si será posible detenerla. Es por esto que a través de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales se hayan hecho esfuerzos para proscribir o limitar la amenaza de la guerra química y la biológica.